[Artículo] Protocolo de Londres 2024: una nueva era para la seguridad del paciente
La seguridad del paciente es un pilar fundamental en la prestación de servicios de salud de calidad. Para garantizar la integridad y el bienestar de los pacientes, las instituciones de salud deben adoptar prácticas que minimicen la ocurrencia de eventos adversos. En este contexto, el Protocolo de Londres se ha destacado como una herramienta primordial para la investigación y análisis de incidentes y eventos adversos.
La evolución del Protocolo de Londres
El Protocolo de Londres es una metodología reconocida internacionalmente para investigar incidentes y eventos adversos en el área de la salud, desarrollada en el Reino Unido en la década de 1990. Desde sus inicios, su principal objetivo ha sido proporcionar un enfoque sistemático que permita identificar no solo fallas humanas, sino también los factores organizacionales y técnicos que contribuyeron a los incidentes.
A lo largo de los años, el protocolo se ha consolidado como un referente en la gestión de riesgos y la seguridad del paciente, siendo ampliamente utilizado por hospitales, clínicas y otras instituciones de salud.
La actualización de 2024 surgió de la necesidad de adecuar el protocolo a las nuevas demandas de la salud moderna, considerando los avances tecnológicos y el reconocimiento de la complejidad de los factores humanos y organizacionales que influyen en los incidentes clínicos.
Esta reformulación fortalece las investigaciones y promueve una cultura de seguridad que va más allá de la identificación de fallas individuales, ampliando el enfoque hacia cuestiones sistémicas y culturales.
Principales actualizaciones del Protocolo de Londres 2024
La versión 2024 del Protocolo de Londres presenta varias novedades destinadas a mejorar la eficiencia en el análisis de incidentes clínicos. Conócelas a continuación:
1.Mayor involucramiento de los pacientes
Uno de los principales cambios es la importancia de involucrar a los pacientes en las investigaciones. El nuevo protocolo enfatiza que los análisis deben considerar no solo los efectos físicos de los eventos adversos, sino también los efectos emocionales y psicológicos en la experiencia del paciente.
De esta manera, es posible comprender mejor las consecuencias de estos eventos y desarrollar estrategias de comunicación más humanizadas y resolutivas.